Reseña de La familia Fang, de Kevin Wilson, por Patricia López Garrido.
Ahora que tenemos encima las Navidades y que nos juntamos con nuestras respectivas familias sufrimos más de cerca las rarezas de cada uno de sus miembros. Y, seguramente, amigos míos, no os falte razón. Nunca falta el tío bromista, el que bebe una copita de más o el tragón de turno.
Pero si pensáis que vuestras familias son raras es que aún no habéis leído el libro de Kevin Wilson, La familia Fang. La unidad familiar de los Fang (colmillo en inglés) está compuesta por Caleb y Camile, los padres, Niña A (Annie) y Niño B (Buster).
Caleb y Camille son dos artistas obsesionados con el arte vivo, las conocidas como perfomances. Crean arte provocando situaciones que suscitan reacciones extremas en la gente que tienen a su alrededor, sin que estsos sospechen que aquello que están presenciando es una representación llevada al extremo en un lugar y momento inadecuados con el único fin de medir sus comportamientos.
Al nacer sus hijos, los Fang encuentran un filón en ellos para llevar su arte a otro extremo. Así que si crees en lo malos que fueron tus padres aquella vez que te castigaron sin razón alguna, deberías leer lo que Caleb y Camille Fan les hacen pasar a Niña A y Niña B.
Tanto es así que cuando se hacen mayores y se independizan, Annie y Buster son dos adultos con muy pocos recursos. En un momento dado tocan fondo y se ven obligados a volver a casa. Como no quieren formar parte de nuevo de los numeritos de sus padres se meten en su propio mundo pero justo unos días después Caleb y Camille desaparecen sin dejar rastro.
Confusos, Annie y Buster se transforman en detectives para descubrir si este nuevo episodio es una performance o algo real.
Patricia López Garrido
www.reporteraliteraria.com
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