lunes, 2 de junio de 2014

“Hay cosas que basta con pensarlas una vez para no poder olvidarlas nunca”

Reseña de Psiquiatras, psicólogos y otros enfermos, de Rodrigo Muñoz Avia, por Johan R. Wilbur. Publicada en la revista de literatura y arte en línea, El Globo Sonda.

Escojo esta frase como título de la reseña porque, al menos para mí, es el comienzo de toda la historia del protagonista de esta entretenida novela que hemos escogido para leer en el club de lectura.

En ella conocemos a Rodrigo Montalvo, un hombre de Madrid, con una vida acomodada gracias a compartir la gerencia de una empresa de construcción de ascensores con su padre. Rodrigo es fan de las maquetas de trenes y del Ice Packing (un deporte absurdo fusión de petanca y hockey hielo con fregonas). También tiene un todoterreno y se siente afortunado al tener una esposa encantadora y dos hijos maravillosos.


Pero, como toda vida, la de Rodrigo no es perfecta, también tiene un gato que ladra y orina justo donde orina él cada noche antes de irse a dormir, un vecino exhibicionista que amenaza con enseñar sus partes pudendas a todas las familias de la urbanización y conviviendo casi pared con pared tiene a su hermana Nuria, y a su marido, un irritante psiquiatra llamado Ernesto, el cual, tras una cena y un incidente relacionado con una chaqueta (concretamente con unos botones ridículos), invita a nuestro protagonista a su consulta para determinar si sufre algún trastorno grave, cuando el único trastorno que Rodrigo tiene es lo insoportable y pedante que es su cuñado, sin más.

Seguro que habréis oído alguna vez cuando alguien cercano os ha dicho: “Pues llevé el coche al taller porque oía un ruidito y me han llevado un dineral en reparaciones”. Pues esto es un poco lo que le pasa al pobre Rodrigo. Empieza con una simple alteración en el habla fruto de no aguantar a su cuñado y al cabo unas cuantas visitas a diferentes psicólogos, psiquiatras, tratamientos con pastillas e incluso tratamientos homeopáticos y similares, el pobre sufre de todo.

Por eso me pareció que la frase inicial era la acertada. Todo empieza con él un poco alterado y molesto por una persona cercana irritante y a raíz de que este le “instala” en el cerebro la idea de que no está bien ya todo va en cadena, la parafasia, la depresión, la dislexia, la obsesión con la muerte… y, víctima como es, va trastabillando como puede con todo lo que le va sucediendo hasta el final.

Particularmente opino que el autor, entre tanta risa, enredo y tal, quiso dejar buena constancia de que él (como muchos entre los que me incluyo) no cree en la psicología ni la psiquiatría, y los hombres y mujeres que se dedican a ello son simplemente inútiles. A mí al menos es lo que más claro me parece, sobre todo cuando lees fragmentos tan lapidarios como:

He conocido a por lo menos diez psiquiatras y psicólogos, y también a varios psicópatas, naturópatas, acupuntores, hipnotizadores, masajistas, dietistas, homeópatas y curanderos, y por eso creo que tengo experiencia suficiente para hablar del asunto. Mi opinión es que los psiquiatras y los psicólogos, aparte de no saber en qué se distinguen entre sí, están muy enfermos y ésa es la única razón de todos los problemas que causan, al menos de los míos. Lo digo en serio. Ellos se dedican a acallar las penas y angustias de los demás para no tener que oír sus propias penas, para no tener que enfrentarse a los sufrimientos que ellos también padecen, y que seguramente padecieron antes que nadie. Cuando un psiquiatra tranquiliza a un paciente, en realidad es a sí mismo a quien está tranquilizando, aunque no se dé cuenta.

Y bueno, como digo, les da bastante caña. Porque, aparte de Ernesto, el irritante, conoceremos a especialistas hippies que parecen querer seducirlo, u otros que se le pondrán a llorar en medio de un restaurante presos de sus propios traumas… Ni uno de ellos le ayuda realmente y como no quiero destripar la novela no entraré en más detalles.

La recomiendo si lo que se busca es algo divertido, ligero y no se tiene especial apego a la psicología o no se cree en su utilidad. Fans de los especialistas de la cabeza, abstenerse, o seguramente os sentiréis bastante ofendidos si sentís como útil vuestra profesión.

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